Morir de amor

Los pueblos de Cinque Terre, viaje al cromatismo más sublime de la costa italiana

Monterosso al Mare, Vernazza, Corniglia, Manarola y Riomaggiore han logrado dar esquinazo a las amenazas del turismo de masas.

Monterosso al Mare, Vernazza, Corniglia, Manarola y Riomaggiore... el litoral de Liguria tiene en la lista confeccionada por estos cinco municipios su particular tesoro en el mapa, una versión en miniatura de la espectacular Costa Amalfitana, aunque sin el glamour de sus hoteles y de sus alfombras rojas. La clave de la belleza de Cinque Terre es precisamente es esa, la de haber sido capaz de regatear las amenazas del turismo de masas. En el fondo, son simple y llanamente lo que parecen, unas localidades mínimas que en los años 60 y 70 se colorearon a más no poder para convertirse en un sueño viajero en el que alcanzar el cromatismo más sublime.

Cabos y fortalezas que se asoman al mar, jardines coquetos, rincones que sintetizan toda la belleza del lugar en una única foto... hasta un tren de lo más romántico con el que moverse. El destino es el verdadero viaje. 

Los pueblos imprescindibles de Cinque Terre

El paso de las décadas y el salitre han aportado ese toque decadente tan atractivo y distintivo mientras que la abrupta naturaleza, de colores potentes y fascinantes sigue siendo el mejor marco para este caleidoscopio. Todo ello unido por senderos vertiginosos y por una línea de tren que hace que, además, sea un destino sostenible. Y hasta aquí los epítetos. ¡Que comience el viaje!

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MONTEROSSO AL MARE, EL APEADERO PERFECTO...

Cinque Terre tiene varios modos de uso, pero el más acertado es el tren. ¿Por qué? Por el alto número de frecuencias, el bajo precio de su Card (un forfait de transporte más barato que los ferrys) y por la ubicación de sus estaciones. Incluso se podría decir que tiene ese toque romántico de antaño, de llegar con las retinas aún vírgenes y apearse en la gran estación de Monterosso al Mare. Y comenzar un viaje a otra época donde el paseo marítimo se alterna con cabos, fortalezas anacrónicas y micro-jardines románticos. 

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...Y LA GRAN PLAYA DE CINQUE TERRE

Y es que Monterosso tiene varias peculiaridades entre sus vecinas. La primera, que es la única localidad verdaderamente marinera, con puerto, lonja y unos caladeros de la anchoas famosas en todo el norte de Italia. La segunda, que tiene una playa envidiable repleta de hamacas de pago perfectamente alineadas para cualquier videoclip ochentero. Y la tercera, que cuenta con un patrimonio notable que supera el magnetismo de las casitas. Sobre todo, gracias a su iglesia de San Juan Bautista, un Duomo en miniatura rematado con mármol de Carrara. 

VERNAZZA, EL PUERTO IMBATIBLE...

Si estalla cualquier guerra, mejor que sorprenda en Vernazza. ¿Por qué? Pues porque es el puerto mejor protegido de todos y aún mantiene en pie los torreones defensivos con los que domina las vistas. De ahí que merezca la pena empezar por aquí y conquistar su estoico torreón así como el castillo de los Doria, cuyo Belforte ha pasado de ser un elemento de vigilancia para ser un mirador bastante resultón. Y hasta aquí cualquier referencia bélica ya que las casitas de colores, las barcas-mecedoras y el acento italiano hace de este enclave un perfecto idilio marinero. 

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...Y LA RIVIERA MÁS SORPRENDENTE

Esta relación entre el Mediterráneo y las colinas justifica que Vernazza se descubra deambulando por su ribera. Así se consigue el fotón del pueblito desde el espigón, se indaga en su pasado y en sus deidades en la tosca pero acongojante iglesia de Santa Margarita de Antioquía y se llega a su inesperada playa de piedras y algarabía tras cruzar un arco natural. 

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CORNIGLIA ENTRE OLIVOS...

A Corniglia se la ha tachado muchas veces como la fea del baile, como el "sí, pero no", como la parada innecesaria. Su ubicación, sobre un promontorio mirando al mar, nunca ha favorecido el turismo de yates. Y sin embargo, como sucede con Ravello en las Costa Amalfitana, es un lugar fundamental para entender cómo sobrevivieron estos enclaves tantos años aislados por tierra. ¿La respuesta? Las imponentes terrazas donde crecen olivos y vides. Y es que Corniglia se entiende tierra adentro como una plaza agrícola indispensable en la comarca. 

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... Y ENTRE PELDAÑOS EPIFÁNICOS

Otra de esas peculiaridades que alejan a Corniglia del turista medio es la larga escalinata que la distancia de su estación de tren. No obstante, todo aquel que consigue salvar sus 377 peldaños tiene como recompensa sumergirse en un universo rural propio. El epicentro de todo es el Largo Taragio, una placetuela que vertebra esta localidad y que cuenta con uno de sus imprescindibles: el oratorio de Santa Caterina. No muy lejos se halla la iglesia de San Pedro y, entre medias, callejuelas con el mar por horizonte y rincones que, involuntariamente, rozan la perfección por su decadencia. 

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MANAROLA, LA BELLEZA AL FINAL DEL TORRENTE...

Lo más mágico de Manarola es cómo ha logrado relacionarse con el mar. Sí, el uso de este adverbio es correcto ya que la principal singularidad de esta localidad es que está al final de un vertiginoso torrente. Si se llega por tren, apenas se aprecia su profundidad, pero si se opta por el coche, la ubicación del aparcamiento 'obliga' a recorrer una larga calle que serpentea descendiendo hasta el Mediterráneo. Y ahí, de repente, aparecen las rocas que ejercen de trampolín para los bañistas más atrevidos y que le dotan a Manarola de ese portante único. Tan bella como frágil. Tan estoica como milagrosa. 

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...Y LA SIRENA SOBRE LAS ROCAS

Una vez a merced de las olas, el modo de empleo de Manarola es sencillo. En los meses calurosos conviene atreverse con sus roques y con los saltos salvajes desde sus bordes transformados en trampolines. También con la búsqueda de sus vistas más reconocibles, que se alcanzan tomando el sendero que sube al cementerio y que se acaba convirtiendo en un camino de ronda que conduce hasta las playas de Corniglia. Pero, puestos a elegir rutas a pie, la Via dell'amore, cuando no está cerrada, es la absoluta ganadora. Construido durante las obras de tunelización ferroviaria, este camino lleva hasta Riomaggiore a través de miradores, calas y pequeños cabos donde no es difícil encontrarse una pareja inmortalizando el momento. Al fin y al cabo, su nombre no es casual. 

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RIOMAGGIORE

Tierra adentro Riomaggiore transciende a esa primera impresión tan arrebatadora. De hecho, junto a Monterosso, es el pueblo con más patrimonio destacable, de ahí que merezca la pena dejar atrás el salitre, subir sus cuestas y dar con joyitas como la iglesia de San Juan Bautista o el Castillo, mucho más poderoso y grande de lo que se presupone. 

Tierra adentro Riomaggiore transciende a esa primera impresión tan arrebatadora. De hecho, junto a Monterosso, es el pueblo con más patrimonio destacable, de ahí que merezca la pena dejar atrás el salitre, subir sus cuestas y dar con joyitas como la iglesia de San Juan Bautista o el Castillo, mucho más poderoso y grande de lo que se presupone.