48 horas en Tallin

Del casco antiguo a la zona de Maarjamäe, pasando por el Palacio Kadriorg. Exprime al máximo tu visita a la capital estonia.
Tallin
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¿Sabías que la capital de Estonia es la ciudad medieval mejor preservada del norte de Europa? Su casco antiguo de postal aún mantiene la estructura que data del siglo XIII. Sin embargo, en este precioso rincón de Europa del Este también es posible revivir la época de los zares, así como el pasado más lejano y el más reciente de la antigua URSS. 48 horas en Tallin: un paseo de la Edad Media a la era contemporánea de lo más fascinante.

VIERNES TARDE: DE PUERTA EN PUERTA

El centro histórico se divide en dos áreas, una baja y otra más elevada, sobre la colina Toompea. Lo más recomendable es dedicarle un entero día, por lo que empezamos nuestro paseo la tarde del viernes y lo hacemos entrando por la puerta Viru Gate, una de las más impactantes, ya que está compuesta por dos torres, que formaban parte del entramado defensivo de la ciudad.

La calle Viru está repleta de tiendas, pero si lo tuyo son los souvenirs no dejes de ir al pasaje Saiakang, que conecta la calle Pühavaimu con la plaza Raekoja, el corazón de la ciudad vieja. Ese lugar, además de ser muy instragameable, cuenta con una casita roja que alberga una tienda de regalos artesanales muy bonitos.

Viru Gate.

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Una vez elegido nuestro recuerdo de Tallin, nos dirigimos a la plaza Raekoja, donde se encuentra la sede del ayuntamiento, rodeada de casas coloridas de antiguos mercaderes, así como de restaurantes con terrazas. En la época navideña, aquí se celebra uno de los mercadillos con más encanto de Europa.

En el tramo entre esta plaza y la Oleviste Kirik o iglesia de San Olav, nos toparemos con un casco antiguo plagado de colores, el de las puertas de los talleres de los comerciantes que habitaban la villa en el pasado y que tenían detrás de estas sus oficios.

De metal o de madera, de diferentes estilos arquitectónicos y diseños, lilas, rosas, azules, amarillas, verdes, rojas… Las hay de todas las tonalidades. Son todo un emblema estonio. En invierno, con la nieve o con la niebla, esas coloridas puertas ejercen casi de brújula, además de regalarnos una de las estampas más características de la ciudad.

Plaza Raekoja.

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CENA ENTRE PLANTAS

Tras haber disparado un buen número de fotos, ha llegado el momento de cenar. Nos quedamos por el centro, concretamente en Rataskaevu 16, un coqueto restaurante con dos terracitas exteriores que toma el nombre de la calle en que está ubicado.

En su interior, repleto de plantas y vegetación, prevalecen la madera y los tonos cálidos. En su carta, no muy extensa pero sí muy variada, destacan la sopa de espárragos, el filete de pato o el estofado de alce. Todas las recetas se sirven con verduras o patatas como guarnición y cuentan con una presentación muy cuidada. Como postre, te sugerimos optar por la selección de quesos estonios.

Y hablando de terminar, es muy probable que te escriban algún mensaje bonito en una servilleta, a la hora de pedir el café o la infusión, e incluso en el ticket. Siéntete halagado sí, pero te chivamos un ‘secreto’: no eres el único al que le ocurre, su amable servicio lo hace con casi todos los clientes.

Delicia local en Rataskaevu 16.

Rataskaevu 16

SÁBADO POR LA MAÑANA

Dedicamos la mitad del sábado a seguir recorriendo el casco antiguo. Antes, hacemos una parada técnica para repostar energía en el café Maiasmokk, el más antiguo de la ciudad, célebre por su delicioso chocolate a la taza.

Otra opción es la de dejarse tentar por las irresistibles rosquillas, elaboradas según la receta tradicional estonia, de Sõõrikukohvik Kentmanni 21, ¡ten cuidado, pueden ser adictivas!

Arrancamos el paseo de hoy desde la parte alta, en la catedral ortodoxa de Alejandro Nevski, situada en Toompea. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1997, posee la cúpula más grande de entre las catedrales ortodoxas y, entre las 11 campanas que la componen, se encuentra la más grande de Estonia. Fue considerada por los estonios como un monumento a la dominación rusa, ya que se construyó durante el periodo en el cual el país formaba parte del Imperio Ruso, por lo que las autoridades ordenaron su demolición en 1924, decisión que nunca fue llevada a cabo, y nos alegramos por ello. Merece mucho la pena también ver su interior, recargado de iconos y mosaicos.

Catedral ortodoxa de Alejandro Nevski.

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En la misma colina, colgando sobre un acantilado, podemos contemplar el castillo de Toompea y al lado, la sede del Parlamento de Estonia, un palacio barroco con una fachada rosa. Si miramos el edificio desde abajo de la colina, se pueden apreciar en él los restos del castillo original del siglo XIII.

Si te encantan los miradores, en Tallin estás de enhorabuena, ya que la ciudad te brinda la oportunidad de verla desde lo alto, en su máximo esplendor, desde dos perspectivas distintas. Desde Kohtuotsa, puedes observar los característicos tejados rojizos, así como las torres de las iglesias, mientras que, desde el cercano Patkuli, puedes admirar la zona del puerto. Si subes al atardecer, la vista de la puesta de sol hacia el oeste es espectacular.

Vistas desde el mirador de Kohtuotsa.

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Terminamos nuestro paseo por el casco histórico en el parque Tornide Väljak, donde pueden verse la muralla original de la ciudad con sus torres y algunas iglesias de fondo.

Para comer, nos decantamos por un local desenfadado con terracita: Peet Ruut. Especializado en comida orgánica, con una amplia propuestas de vinos biodinámicos o naturales, así como de cervezas artesanales, centra su propuesta en la gastronomía estonia, con algunas pinceladas rusas o austriacas.

Uno de sus platos estrella es la sopa casera de pescado ukha, a base de tubérculos y pescado como el esturión, el bacalao, el salmón y el bagre, y sazonada con hierbas y especias. Como postre, sobresalen los helados o la tarta de queso.

Sala del restaurante Peet Ruut.

Peet Ruut

SÁBADO TARDE: COMO UN ZAR

¿Has visitado alguna vez el palacio de un zar? Si además te decimos que el edificio en cuestión, el Palacio Kadriorg, es nada más nada menos que una de las residencias de verano de Pedro el Grande, el zar de la dinastía Romanov, y fundador de San Petersburgo, sin duda, no querrás perdértelo.

Lo más indicado es alcanzarlo con un autobús, ya que se encuentra un poco alejado del centro. El que fue un regalo del zar Pedro I a su esposa Catalina I en 1817 deslumbra al visitante tanto por su interior como por su exterior. Desde fuera, sorprende con sus impresionantes jardines muy bien cuidados y una vez dentro, impacta con sus preciosos frescos, cuadros y esculturas, así como con sus lujosas estancias, en las que destacan un hermoso piano de cola y unas bellísimas chimeneas de cerámica.

El Palacio Kadriorg suele acoger diferentes exposiciones de arte temporales. Es un imprescindible en cualquier viaje a Tallin.

Palacio Kadriorg.

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Después, disfruta de la tarde recorriendo el paseo marítimo de la ciudad. Dependiendo de la época del año, veremos una estampa distinta. Con el buen tiempo, divisamos a lo lejos la playa Pirita, mientras niños y mayores aprovechan los días de sol para darse un chapuzón o, simplemente, para descansar o comer en la playa. Cuando las temperaturas son mucho menos agradables, el paisaje se vuelve semidesértico, con la niebla, apenas se aprecia el horizonte y en ocasiones, la orilla llega a cubrirse totalmente de nieve.

CENA A LA ANTIGUA

A pocos minutos del Palacio Kadriorg y del paseo marítimo, se encuentra nuestra sugerencia para cenar: Mantel & Korsten, un restaurante con mucha historia, siendo la casa más antigua de todo Tallin. Su nombre hace referencia a una chimenea y, efectivamente, este objeto, hecho de azulejos verdes, toma todo el protagonismo en el salón principal.

El menú es toda una oda a la creatividad, por lo que, es posible saborear propuestas muy originales −la mayoría de de inspiración mediterránea−, como el tartar de tomate, gorgonzola, quinoa y albahaca; el tartar de de ternera, guanciale, parmesano y pimiento rosado o el risotto de trufa, arancini, pato ahumado y calabaza. Para acompañar, ofrecen vinos con un sesgo orgánico y biodinámico.

A mesa puesta en el restaurante Mantel & Korsten.

Mantel & Korsten.

DOMINGO MAÑANA: DE PASEO POR LA HISTORIA DE ESTONIA

Apuramos las últimas horas en la capital estonia dirigiéndonos hacia la zona de Maarjamäe, que cuenta con varios puntos de interés, como el castillo de Maarjamäe, que hoy en día alberga el Museo de la Historia de Estonia.

Inaugurado en 1987, nos permite conocer el pasado más lejano y también el más reciente del país, a través de maniquíes vestidos históricamente o ataviados con uniformes militares y recreaciones de interiores domésticos. Entre sus joyas, una cabaña original utilizada por los Forest Brothers, los partisanos legendarios que lucharon contra la ocupación soviética, una réplica de un escritorio utilizado por un secretario del partido comunista o el​ fresco de estética soviética sobre la ocupación rusa en Estonia.

Detrás del palacio principal está el parque de los monumentos, con estatuas de Lenin, Stalin y otros soldados soviético (a este recinto se puede acceder de forma gratuita), una suerte de memorial antisoviético en el que se han ido reuniendo las esculturas que se removieron de las plazas, tras la Independencia de Estonia de la URSS en 1991.

Soviet monument park.

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Fuera del recinto se encontraba también el monumento conmemorativo de Maarjamäe, construido en honor a las personas que fallecieron defendiendo a la Unión Soviética, un obelisco de 35 metros que ahora está más lejos, de camino a la playa Pirita. Allí es posible ver también las tumbas de las tripulaciones de Avtroil y Spartak (dos destructores bolcheviques).

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COMIDA ANTES DE PARTIR

Nos despedimos de la preciosa capital estonia en uno de los sitios con más encanto de la ciudad, Tuljak, un local situado en un lugar elevado, con vistas lejanas del Golfo de Finlandia.

Espacioso y con amplios ventanales, además de ser un maravilloso ejemplo de arquitectura modernista, es todo un referente para disfrutar de unos deliciosos platos con corazón báltico y algunos toques asiáticos y mediterráneos.

El arenque con patata asada con cenizas, manzana y requesón; la sopa Laksa (con camarones, pollo, tofu, fideos, huevo y cilantro) o los dumplings de cordero (con salsa de vino y mantequilla, cebollino, crema agria ahumada y aceite de chile) son solo algunas de las interesantes propuestas con las que el equipo de cocina sorprende a diario a sus comensales.

Hasta aquí nuestras 48 horas en Tallin, ¿repetimos?

Pulpo al estilo Tuljak.

Tuljak

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